Lo que quedó de propina
Pocas formas se me ocurren peores de empezar cualquier escrito o narrativa que mencionando a Baki, un manganime (para aquellas personas que mantienen el privilegio de todavía no conocerlo) donde se entra para intentar comprender el contexto de las escenas que te aparecen por internet para llegar a ellas y ver que en realidad no lo tiene, simplemente existen para que pienses que entre complejo y complejo el autor se ha fumado un porro del tamaño de los músculos inventados de los protagonistas.
Homófobos machistas nacionalistas aparte, una escena que quiero rescatar y que solemos hacer de forma inconsciente pero de una forma un poco menos esquizofrénica, es cuando el protagonista en busca de hacerse más fuerte, se hace una imagen mental de sus contrincantes y se enfrenta a su propia ilusión, campeones de competencias olímpicas, conocidos, dinosaurios, mantis gigantes… Todo tiene cabida.
Lo que sí es cierto es que solemos pecar (o al menos en mi caso) de imaginar enfrentamientos o sin necesidad de conflicto, imaginar de forma consciente o inconsciente que diría una de nuestras amistades o conocidos en algunas situaciones que vivimos de encontrarse presente allí, creando esa ilusión y desarrollándola hasta darte cuenta de que igual acabas de construirte toda una línea de pensamiento hasta llegar a casa y sin llegar a poner en marcha el MP3, el Spoty o lo que sea que utilicéis ahora los jóvenes para escuchar música. Una narrativa entera donde imaginas lo que habrías contestado a esa persona tan borde con la que cruzaste palabras hace de 5 minutos a 2 años, luego nos reímos de la gente que escribe fanfics pero montamos unas películas de “lo que podríamos haber dicho” que riete tu de My Inmortal o Instituto Sonic (de estos si no los conoces no pienso darles contexto, especialmente al segundo que roza lo enfermizo).
Y entre estos escenarios imaginarios, tuve uno que se empezó a construir a raíz de dejar propina en una cafetería/panadería por comprar 2 cruasanes (me estoy tomando justo ahora uno, que cosa tan rica) donde aparecía un buen amigo mío, de buen corazón, con la sutileza y el tacto de una motosierra y unos conocimientos políticos que se balancean entre alguien de mentalidad de izquierda pero ignorante de ella y un equidistante.
El caso es que flotaba a mi lado, cual Obi-wan, solo que en lugar de enseñarme trucos para mover un palitroque de colores hacia ancianos con problemas respiratorios me juzgaba en silencio sin comprender el acto que acababa de cometer, no comprendía porque esa generosidad de mi parte y no precisamente por contribuir a darles más dinero a un sector tan sobreexplotado como la hostelería sino más bien el acto de dar a cambio de nada. Obviamente al ser una enajenación de mi parte, no significa que fuéramos a tener alguna disputa por dejar yo algo de estar realmente en persona, seguramente ni se enteraría porque estaría hablándome de alguno de sus hobbies pero de darse la posibilidad, se que es algo que no comprendería, como muchos otros actos que me salen de hacer de buena fe no por ponerme la medallita, sino porque simplemente no tengo ese apego al dinero, no soy esa cryptobro que necesita exprimir cada centavo.
El dinero no me sobra y tengo que racionarlo, pero esas pequeñas acciones que otro igual guardaría para sí o para comprarle 4 chicles a su nieto (jeje, 4 chicles con una propina, esto si que es pecar de ingenuo) no me afectan, simplemente sé que el dinero así como viene, se va y salvo que seas un jefe, un casero, un rey o cualquier otro tipo de garrapata, los ahorros para emergencias van a ser más anecdóticos que una costumbre.
El futuro es incierto y su mayor parte está fuera de nuestro control, cuanto más intento pensar en el futuro menos claro lo veo porque puede ocurrirme algún evento inesperado que cambie completamente lo que tenía planeado para dentro de semanas o meses. Y si encima a esto le sumas que no existe consumo ético en el capitalismo… ¿Qué más da lo que hagas con esas migajas que nos da el patrón de turno?
¿Quieres donarlo a alguna organización que prometa darle un buen uso? Adelante. ¿Quieres ahorrarlo para ser la persona más rica del cementerio? Estupendo. ¿En su lugar quieres ir usándolo para pagar esos juegos que van a venir de la nueva consola o en aumentar una biblioteca ya inabarcable de la que hace tiempo que has perdido el control? Dale caña, pilla esa oferta o ese nuevo fontanero si es lo que te hace feliz. Si total puede que se produzca algún tipo de desastre o accidente que acabe con todes nosotres antes siquiera de que tengamos que asustarnos de la pensión que nos toque. Y eso si el gobierno para entonces no cambia la normativa para que dicha pensión sea aún peor de lo que imaginemos, el fin del mundo antes del fin del capitalismo camaradas.
Lo curioso es que en toda esta aceptación de lo que esté por venir y como cada persona (me las imagine como entes incorpóreas o no) lo procesa, me vino a la mente un juego que jugué hace tiempo llamado What remains of Edith Finch o “Lo que quedó de Edita Fichas” si necesitas criticar el trabajo del otro lado del charco en toda obra audiovisual de la que no compartamos traducción. Quizá todo esta verborrea pueda resumirse en que si no has jugado a este juego deberías jugarlo, seas alguien del mundillo videojueguil o no, porque tiene lo suficiente jugable para alguien que no le gusta entrar a un videojuego a leer o ver una película y un argumento muy interesante para aquellas personas que no comprenden donde está la gracia de ver un personaje dar saltos porque has pulsado un botón.
Encima tiene la duración perfecta para 2 o 3 sesiones o para acabártelo de una tacada si tienes las ganas y el tiempo suficiente. Lo que me fascina de este juego y que enlaza con este artículo es como cada persona abarca lo que es algo inevitable y como puede gestionarlo sin llegar nunca a tener una decisión correcta por todas las posibilidades. Claro, en Edith Finch no es quien va heredar tu empresa, se centra en el final de nuestras vidas y en cómo los diferentes personajes de la obra lo reciben. Y siempre me vienen a la cabeza aquel que se recluyó y consiguió vivir un montón pero sin salir de su zona de confort y otro con el que me cuesta no identificarme que ante la monotonía de su trabajo acabó ludificando el mismo y montándose unas películas impresionantes por simplemente no enloquecer con sus trabajo o como un síntoma de que estaba enloqueciendo.
Y en ambos casos no sabría decirte quien tuvo más o menos razón en el final de sus historias, pues por sus circunstancias y lo imposible de predecir que podrían haber cambiado de actuar de otra manera, me parecen que ambos tienen razón y sentido en su actuar (que al final tampoco busco reducir Edith Finch en una Tier List de que personaje tenía más razón e era más trágico, las escalas de poder innecesarias las dejamos en los animes cutres como Baki por favor).
Pocos juegos me parecen tan tristemente bellos como este y que haya vuelto a mi mente a raíz de una gilipollez del calibre de imaginarme a un amigo Obiwaneado mirándome con desaprobación por comprarme dos cruasanes y dejar propina que puede que ni siquiera llegue a los camareros sino al explotador de turno dice mucho del título, sé que lo he recomendado ya anteriormente pero insisto en que si tenéis la posibilidad lo juguéis, quizá no os pegue tan fuerte como a mi pero os garantizo que no encontrareis muchos títulos como este.